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Por Carlos Reyes G.

Los folletines y las series de matiné que nuestros abuelos y padres disfrutaban acabaron hace ya mucho tiempo. Esos maravillosos pulps, parte de la arremetida de Estados Unidos por conquistar el inconsciente colectivo mundial, siempre dejaban al lector y al público en vilo cuando, al fin de cada episodio, dejaban al héroe de turno y a sus amigos, al filo de una muerte cierta… al menos hasta la próxima aventura.

Edgar Rice Burroughs era un escritor de novelas populares a quien la industria del entretenimiento ha venido fagocitando con gran éxito desde hace ya un buen rato y su genio dio vida a creaciones inmortales como el planetariamente famoso Tarzán. John Carter, otro de sus grandes personajes, que protagoniza la saga de aventuras marcianas, nació en “Una princesa de Marte”, la primera novela de un total de once, que Burroughs dedicó a este ciclo de aventuras Marcianas. Esta primera aventura se publicó por entregas entre julio y septiembre de 1911 y fue compilada en un volumen único en 1917. John Carter casi tuvo un film propio en 1930 y recientemente en el 2009 fue interpretado por Antonio Sabato Jr., junto a la ex actriz porno Traci Lords en la fallida película de: Princess of Mars, e incluso recibió un merecido homenaje del prestigioso guionista Alan Moore y  el dibujante Kevin O’Neill en el primer número del segundo volumen del reconocido cómic “The League of the Extraordinary Gentlemen”. Este es el personaje épico al que Hollywood hinca ahora sus dientes en esta interesante space opera dirigida por Andrew Stanton.

El film cumple todas las expectativas y requisitos del género. Protagonistas atractivos y nobles, peleas con espadas, malvados misteriosos, tecnología y criaturas fantásticas, batallas megalómanas y mucha, mucha acción con sorpresa final incluida. La película resulta muy respetuosa con el universo de Burroughs, no resulta entonces antojadizo hacer notar que el nombre del conocido escritor y degustador de pulps y comics, Michael Chabon, aparezca entre los créditos de los guionistas del film. La película presenta a John Carter como oriundo de Virginia y combatiente de la guerra civil estadounidense. Carter ha perdido a su mujer e hijo en medio de la guerra, lo que lo convierte en un hombre solitario y al margen del desarrollo de los acontecimientos. Un día, huyendo de los indios Apaches llega a una cueva llena de oro y es misteriosamente transportado, gracias a una especie de proyección astral propiciada por una extraña tecnología alienígena, hacia el mismísimo planeta Marte, al que los nativos llaman Barsoom. Carter encuentra allí numerosas y fantásticas razas alienígenas enfrascadas en guerras centenarias. El terrestre, gracias a su poder amplificado por la gravedad marciana y sus dotes naturales de guerrero consumado, se convierte rápidamente en un héroe de tomo y lomo. Como todo héroe se topa rápidamente con la princesa Dejah Thoris y de paso con todas las intrigas que se desarrollan a lo largo del film. Carter es el típico desencantado, ajeno a todas las luchas, que irá descubriendo progresivamente que puede volver a creer y dar la vida por algo…y alguien. Posee todas las cualidades del héroe clásico: honor, lealtad, nobleza, generosidad, exaltación de la amistad e idealización del amor, características que lo emparentan con su hermano Tarzán, que parece haber cambiado aquí la selva africana por la sequedad marciana.

El film no defrauda y entretiene al mejor estilo del cine de matiné y como suele ser la buena aventura, el viaje del héroe de Carter es doble: interno y externo, físico y espiritual. Bueno, a ratos más físico, pero vamos que no se trata de un film de tesis sino de uno basado en novelas y héroes populares. Como espectador se agradece un poco de sólida aventura entre tanto bodrio pretencioso o simplemente malo.

Como es habitual en tiempos de sequedad creativa, Hollywood vuelve a mamar de los géneros “menores” y a juzgar por el desenlace del film y por las dudas que quedan sin contestar, si la taquilla lo exige, bien podría haber mucho más de John Carter próximamente, eso si el inminente fin del mundo no acaba antes con todos los terrestres.